Las cronologías: un recurso sociológico imprescindible para el análisis concreto

22 nov. 2012: El Arsenal es un blogzine experimental en período de pruebas.

Las cronologías son secuencias de fechas con datos informativos, para correlacionar, analizar y producir la interpretación de los acontecimientos históricos. No es posible reconstruir el acontecer, prescindiendo de este recurso, sin establecer demarcaciones entre sucesos y eventos a través de la escala de medición del tiempo.


El analista que trate de profundizar en el estudio de los procesos que constituyen las formaciones discursivas y sociales, sin establecer puntos referenciales cronológicos, viaja por una autopista sin señalizaciones viales. Las formaciones sociales se realizan en el tiempo, y el tiempo sólo podemos abstraerlo, midiendo de alguna manera del acontecer.

Si lo histórico es tiempo en devenir registrado, este registro ha de ser medible con una escala y algún tipo de procedimiento contable. Nos vemos en la necesidad que contar y medir nuestro pasado.

Los católicos dividieron el tiempo en “antes y después de Jesucristo”; los musulmanes en “antes y después de la Hégira”. Posteriormente se habló de edades (antigua, media, moderna). A partir de la Revolución Francesa se añadió la “edad contemporánea”. Luego se antepusieron la prehistoria y la protohistoria. Estos han sido los primeros tanteos orientadores en la esquematización del acontecer.

La idea de “edad media” proviene de un alemán de finales del s.17, que denominó así los mil años o diez siglos transcurridos entre las invasiones de los pueblos extranjeros (bárbaros) y el período del “renacimiento”. Como denominación la 'edad media' realmente se generalizó siglo y medio después, a mediados del s.18.

El concepto de “edad moderna” se fundamentó en la existencia de ciertas monarquías llamadas absolutas, que, en realidad, fueron aparatos reorganizados y potenciados de dominación feudal: la clase poseedora de las tierras tenía necesidad de manejar otra forma de poder político. En occidente la “edad contemporánea” se adoptó a partir de 1789, y en Japón hubo que esperar el reinado del emperador Meiji (1867-1912) para aparejarla. Y aún hay pueblos que viven en su era prehistórica.

La investigación documental ha requerido procedimientos cronológicos para poder ubicar sus fuentes en el acontecer. La medición de ámbitos marcados utilizando la escala de siglos ha sido insuficiente. Cada suceso o evento tiene su extensión y densidad particular. Tienen diferente extensión una elección presidencial y un cambio en la ética de las relaciones familiares; la primera constituye un proceso de años, la segunda puede durar decenios. Los hechos políticos y los cambios de mentalidad o de opinión no suelen transcurrir al mismo tiempo.

La arbitrariedad del tiempo

El hecho de los asentamientos en tribus de agricultores, hizo tomar conciencia de la sucesión de las cuatro estaciones. Con regularidad se recogían las cosechas de la siembra; se fue percibiendo un ciclo anual y en consecuencia comenzaron a calcularse los días y noches que dura la anualidad. A los babilonios o caldeos se deben las nociones de 'hora', 'día', mes y 'año'. Para determinar los meses, los babilonios midieron el tiempo según las fases lunares; utilizaron un calendario lunar que hicieron comenzar en el mes de la luna llena. Observaron que la luna nueva aparecía cada 29 ó 30 días. Lo mismo sucedió con los egipcios, que inicialmente utilizaron un calendario lunar. Observaron que doce lunas nuevas es el tiempo requerido para que transcurran las cuatro estaciones; dividieron también el año en doce meses lunares: primero un mes de 30 días, luego uno de 29, y así sucesivamente. Este calendario constaba de 354 días. Por consiguiente, no concordaba con los 365 días de la sucesión de las estaciones. Los musulmanes aún emplean este calendario.

Luego de calculada la escala para organizar el tiempo en días, semanas y meses, surgió la necesidad de medirlo en unidades menores. Así, en el año -3000 se inventó el primer relój, el “gnomon”, atribuido a los chinos y a los caldeos, antecesor del cuadrante solar —según parece, inventado en Grecia por Anaximandro de Mileto en el s.-6, aunque se sostiene que lo inventaron los chinos en una época anterior.

Los egipcios son realmente los inventores del calendario solar, que lo adoptaron en el año -4241; o sea, hace más de 6 mil años. Los egipcios fueron los primeros en hacer el cálculo del desplazamiento solar con relativa exactitud. El rio Nilo se desbordaba cada cierto tiempo y la mejor época para sembrar venía inmediatamente después de la inundación. Los egipcios notaron que la luna nueva aparecía 12 veces entre cada inundación, y pensaron que, contando las 12 lunas podrían saber cuando crecía el rio y advertir entonces el momento de la siembra. Pero, en ocasiones, la crecida tenía lugar antes de aparecer la luna nueva las doce 12 veces estipuladas. Finalmente se percataron de que, entre crecida y crecida, surgía una estrella muy brillante en el firmamento, justamente antes del alba. Así, a partir de ese punto, comenzaron a contar los días antes de que el fenómeno se repitiera y advirtieron que sumaban 365, que luego dividieron en 12 meses de 30 días cada uno, añadiendo cinco días complementarios al final del año.

Los antiguos hebreos, igual que los babilonios, dividieron el año en 12 meses lunares de 29 ó 30 días, añadiendo un mes complementario cuando se requería. Los judíos ortodoxos todavía utilizan este calendario y fechan sus años contándolos a partir de lo que consideran como la fecha de “creación del mundo”. De acuerdo con nuestra forma actual de contar el tiempo esa fecha sería el 7 de octubre del año -3761.

Diversas fechas se han tomado como punto de partida para computar el tiempo. En nuestro llamado “Mundo Occidental” se impuso la supuesta fecha del nacimiento de "Jesucristo", que no fue adoptada inmediatamente a ese "acontecimiento", sino varios cientos de años después. Por su lado, los mahometanos parten del año de su "fuga de la Meca" (la Hégira), señalando así el inicio de la “era musulmana” que, dentro del calendario católico, corresponde entonces al año 622.

El Calendario Maya

Copán fue probablemente un centro astronómico. Sus integrantes conocieron la medición del año solar con un grado de exactitud superior a la del Calendario Gregoriano que usamos en la actualidad. Su año de 365 días consiste en 18 meses de 20 días, numerados, añadiendo un período de 5 días. Contaron los días hacia el pasado, desde una fecha arbitraria hasta el año -3113. Curiosamente, esa fecha se aproxima a la de la "Creación del Mundo” de los judíos ortodoxos, y del “Diluvio Universal” narrado en la epopeya del Gilgamés.

El Calendario Juliano

Los romanos contaron el tiempo a partir de la fundación de Roma en el año -750. Los nombres actuales de los meses provienen del calendario romano. El calendario romano más antiguo, desarrollado por Rómulo, el legendario fundador de Roma, sólo contaba 10 meses y estaba basado en las fases lunares. El año constaba de 304 días, dejando fuera 61. El rey Numa Pompilio (s.-8 a -7), sucesor de Rómulo, añadió dos meses para obtener el año lunar de 355 días. Para hacer que este año lunar concordara con el solar, añadió meses complementarios a su conveniencia.

En el año -46 Julio César, siguiendo los consejos del astrónomo griego, Sosígeno de Alejandría, comprobó que el calendario de Pompilio no se ajustaba a la realidad. Sosígeno se basaba estrictamente en el año solar y le añadió 10 días, llevándolo a 365 y un cuarto de día adicional, ideando así los años bisiestos. En el -46 César ordenó que ese año de la institución del calendario tuviese 445 días, para hacerlo coincidir con el año solar. Los años posteriores a este “año de la confusión” habrían de tener 365, excepto cada cuarto año, que sería bisiesto para absorber el cuarto de día no incluido en los tres anteriores, tal es el Calendario Juliano, más exacto que el egipcio, pero que tampoco resultó preciso, aunque se mantuvo en uso por más de 16 siglos, hasta el año 1582, cuando el Papa Gregorio 13 lo hizo reformar.

El Calendario Gregoriano

En el s.16, la Iglesia Católica romana decidió reformar el Calendario Juliano. La Pascua y otras festividades no coincidían con la época que supuestamente les correspondía en cada estación. Gregorio 13 lo modificó, pues se había comprobado una diferencia de 10 días en el curso de las estaciones naturales en relación con el ciclo solar. Se decidió entonces superar ese retraso, suprimiendo esos 10 días al año en curso; y así, la noche del jueves 4 de octubre de 1582 pasó a ser la del viernes 15 de ese mes. Y para evitar que se repitieran las inexactitudes corregidas se dispuso, además, que dejase de ser bisiesto el año final de cada siglo, a menos que el número correspondiente a tal año fuese múltiplo de 400. Así, aunque 1700, 1800 y 1900 sean divisibles por 4, se computan como años ordinarios por no ser divisibles por 400.

Durante la Revolución Francesa se también se adaptó un calendario que comprendía 12 meses de 30 días, agrupados en décadas, más cinco días al fin del año. Los meses fueron bautizados por Fabre d'Énglantine y el comienzo de la “Era Republicana” se fijó el 2 de septiembre de 1792, que se convirtió en el “1er. Vendimiario del año 1”.

Complicaciones actuales

La forma de medición del tiempo en nuestros países occidentales se basa en el Calendario Gregoriano, que ha sido objeto de múltiples ajustes. Los países católicos lo adoptaron casi inmediatamente: Francia lo hizo enseguida, el mismo año de 1582; los países protestantes lo hicieron más lentamente. Inglaterra lo adoptó en 1752, y Rusia en 1918. Por ello, la Revolución de Octubre de 1917, para nosotros, ocurrió en noviembre de ese año. Algunos grupos suelen fijar las fechas de sus fiestas religiosas de acuerdo con el calendario judío, el chino, el mahometano o el juliano; sin embargo, para las transacciones cotidianas utilizan el gregoriano, pues, de otro modo, se les complicarían las relaciones internacionales y los negocios.

Dentro de toda esta historia de cálculos arbitrarios e inexactitudes, el calendario, como forma de medición temporal, tiende a ser reformulado en un futuro próximo. Se objeta la escala de medición actual, por cuanto la duración de los meses es desigual y dificulta los computos con arreglo a las mensualidades. También se complica el mantenimiento de los registros por semestres o trimestres, debido a la desigual duración de 181 días (de 182 en año bisiesto), 184 para los primeros, y 90 ó 91, 91, 92 y 92 días para los segundos. Se considera, además, el inconveniente que significa, a los efectos contables, que cada año se inicie en un día diferente de la semana.

Todos esos inconvenientes se eliminarán, cuando se adopte el Calendario Internacional con 13 meses de 28 días cada uno; o sea, con 364 días en total. El día adicional (365) se colocará al final de diciembre, sin que realmente forme parte de dicho mes. En los años bisiestos se colocará el otro día adicional al final de junio, o igualmente al terminar el año. Cada mes comenzará en domingo y terminará en sábado. Este calendario seglar simplificará las actividades en el área de la contabilidad, la estadística, etc., y todo lo concerniente a la economía. En muchas empresas ya se usa este calendario de 13 meses, para administrar los negocios.

El Calendario Mundial

Desde nuestra perspectiva actual se ha calculado un esquema diferente al Calendario Gregoriano, utilizado en la mayoría de los países. Hoy ya sabemos con absoluta exactitud que el planeta tarda 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos en su recorrido anual alrededor del Sol, lo cual permite dividir el año en trimestres de 91 días. Los meses de enero, abril, julio y octubre contienen 31 días y los demás 30. El número total de días es de 364. El día faltante se considera festivo y se coloca al final del año. En los años bisiestos se añade un día al final del mes de junio, que es asimismo festivo. Aunque no todos los meses cuenten con igual número de días, su distribución es más regular. Lo importante es que los trimestres y semestres sí son exactamente iguales. Al instituirse definitivamente, este calendario tendrá carácter perpetuo, pues todas las fechas corresponden al mismo día de la semana todos los años.

Ideologización de la cronología

De acuerdo al cómputo adoptado –según la llamada “Era Cristiana”– con el Calendario Gregoriano hemos avanzado hacia el "segundo milenio". Esta manera de contar por miles de años está cargada de connotaciones culturales. El año "1000" trajo consigo una inmensa expectativa ante la posibilidad del "fin del mundo" y la “segunda venida del Cristo”. Entre las irracionalidades cada vez más extendidas, muchas de las cuales han florecido en los centros desarrollados de la civilización industrial, denominada “moderna”, podemos observar que sucedió lo mismo, conforme la fecha arbitraria del año "2000" se aproximaba. El peligro “amortiguado” de una guerra nuclear le ha convenido al esquema y al vocabulario antiguo, como “amenaza apocalíptica”. La novela “1984” de George Orwell, inversión numérica de 1948, año en que su autor la escribió, se convirtió en hito frente a la tiranía. Y además de haber quienes creen por completo o creen a medias en significados numéricos arbitrarios o cabalísticos, existe también el hábito profundamente arraigado de utilizar fechas fijas –como los "año nuevos", cumpleaños, o milenios— para "contemplar" el porvenir, desear una "vida nueva" e intentar “ver” lo que será de nosotros. Paradójicamente, desde esta mentalidad con base en una psicología cíclica, asistimos pues a la sumatoria, desbordamiento y efectividad de todas las informaciones posibles provenientes de grupos religiosos y esotéricos, interesados en reforzar las creencias en esta región de fieles creyentes.

La arbitrariedad de las fechas

Contamos ya, a comienzos del “Siglo Veintiuno”, con “2000 años”, según el esquema propuesto por el monje escita Dionisio el Exiguo, que vivió (de acuerdo con el cómputo por él mismo establecido) en el s.6 "Anno Domini". Las cronologías del mundo industrial desarrollado mantienen todavía este cómputo. Sin embargo, esta datación occidental católica coexiste junto a dataciones diferentes que siguen otras culturas: como el “sexto milenio” de los judíos, las largas dinastías chinas, la era alternativa de los musulmanes, el “tercer milenio” de los mayas y otras más. En la variedad de sistemas para calcular el tiempo de los cuales tenemos registro hay siempre, sin embargo, una recurrencia a períodos y ciclos significativos. Y en estos distintos sistemas numéricos se originan los esquemas de la historia del futuro…

En la llamada "cultura occidental" el milenio ha adquirido un sentido secular, además del religioso. Las visiones milenaristas de algunos movimientos religiosos, han "predicho" y esperado “la llegada del reino de Jesús” al planeta. Muchos movimientos han desarrollado actividades importantes en épocas de grandes perturbaciones sociales. Hay, por lo tanto, un claro vínculo cultural de estas visiones religiosas con las de carácter secular y también milenarista, que pronostican el establecimiento de la justicia social, la libertad y la abundancia en el mundo.

Resulta fácil explicar las creencias más profundas y empecinadas acerca de esas fechas arbitrarias por venir. Y esas fechas arbitrarias pasan y vuelven a pasar. Tal vez sea más lo que hemos perdido que lo ganado, cuando una más de esas fechas es esperada por tantos seres, con miedo, desesperanza o falsa expectación. El pesimismo de gran parte de la cultura de finales del s.20, en efecto, sólo fue una carencia de perspectiva absoluta, de todas las creencias en que el futuro pudiera ser, a la vez, diferente y mejor. La especulación sobre fechas futuras es hoy día sólo un cálculo angustioso ante las posibilidades de supervivencia.

Hay que insistir en la arbitrariedad de la datación. Junto al cómputo de Dionisio el Exiguo o de cualquiera otro de los esquemas tradicionales, tenemos el cómputo moderno con períodos mucho más largos de desarrollo e historia. En este sentido, vivimos, tal vez, en el milenio 40. Es decir, en el año doscientos mil (200.000), desde que efectivamente los homínidos comenzaron a poblar las tierras alrededor del mundo y al sur del Africa, iniciando su desarrollo hacia la humanidad actual, según el testimonio de los vestigios hasta hoy descubiertos. Cerca de 40 milenios datan las primeras manifestaciones del arte realizadas por seres humanos.

Los Fenicios

Hace 8 ó 6 milenios tuvo lugar el estadio preliminar de las civilizaciones urbanas en la región de Canaán. Esas tierras fueron habitadas por amoritas, arameos y cananeos, entre los que se incluyen los fenicios. Los fenicios fueron los primeros navegantes de la antigüedad y los únicos semitas que se atrevieron a desafiar la totalidad del Mediterráneo, más allá del estrecho de Gibraltar, en busca de nuevos horizontes. Los fenicios poseían colonias comerciales por todo el mundo griego, a las que llevaron la escritura. El origen fenicio está confirmado en la misma tradición griega, hacia la segunda mitad del s.-8. Y es, indudablemente, el punto de partida de la supra-nacionalidad europea, que no es otra cosa que la historia de un mercadeo que se ha desarrollado hasta el presente, un tiempo histórico muy diferente para los chinos, los mayas o toltecas.

En consecuencia, la reducción a una escala de las mismas dimensiones, para todos los pueblos, despuntó en la historia contemporánea (en los últimos doscientos años) y es muy probable que en un futuro no muy lejano se haga posible la historia realmente planetaria.

La producción y sus modalidades

El intenso interés cultural, en nuestro tiempo, por los lapsos más prolongados de la historia humana –mucho más significativos e impresionantes que cualquiera de los esquemas tradicionales observados, revela de manera novedosa significados básicos de nuestra historia. Esta afirmación es compleja y consciente, pero también es angustiosa. Algunas personas encuentran tranquilizador ese largo pasado en que tanto se ha logrado de tan diversas maneras, y tantos peligros y limitaciones se han superado. Otras, de hecho, escapan hacia tal pasado, haciendo girar el tiempo hacia atrás, procurando "alejarse" de lo que consideran "un presente sin esperanzas" y "un porvenir breve y desastroso".

Poco sentido tiene querer recuperar el "espíritu milenarista". Pero, si renunciamos a los términos de sus expectativas positivas, también tendríamos que renunciar a los términos de sus más comunes expectativas negativas. Hay razones plenamente objetivas, unas ya descubiertas y otras suceptibles de serlo, para preocuparse profundamente por el futuro de la civilización industrial y más allá de ella, por el futuro de la especie, sometida a fuerzas destructivas que operan ya libremente. Hay razones también para sostener la esperanza, aceptando los hechos que subyacen bajo aquellos temores y que podamos ver, más allá de ellos caminos que están ya a nuestro alcance. Un factor importante de lo que va a ocurrir es la actitud mental de quienes están en condiciones de intervenir en los complejos procesos sociales y, en el mejor de los casos, de determinarlos para el bien general. Estas formas de pensar el futuro, en su sentido más auténtico equivalen a las maneras de construirlo.

Ajustes cronológicos

La investigación documental requiere una escala de medición temporal y espacial. En cuanto a la medición temporal surge la necesidad de marcar los ámbitos mayores del acontecer que se han denominado “edades”. Dentro de estos ámbitos mayores se demarcan períodos y subperíodos. Desde que finalmente se desarrolló la 'teoría crítica', logrando vencer las resistencias académicas que resguardan el saber universitario, transformando la sociología y las ciencias sociales en general, comenzó a difundirse la esquematización del acontecer en modos de producción. A cada modo de producción ha correspondido una edad. Edad Prehistórica o Asiática, Edad Antigua o Esclavista, Edad Media o Feudal, con una larga etapa de transición o Edad Moderna, hasta la Edad Contemporánea o Capitalista.

El esquema de los modos de producción, sin embargo tiene un alcance que no es aplicable para solucionar la medición de procesos de transición, como la época de la Antigüedad más reciente, o del primer feudalismo, o entre los siglos del 4 al 9, o para interpretar que la Edad Moderna es una época diferenciada dentro del modo de producción feudal. Por otro lado, el conocimiento de que en cada formación social pueden superponerse varios modos de producción. Así lo económico, lo político, lo cultural, etc., van dando matices dominantes, según los casos, permitiendo que el eje de las edades se articule en períodos menores.

Por ejemplo, en Latinoamérica podemos ubicar un período de luchas independentistas, otro de caudillos y hacendados; más tarde la penetración del imperialismo estadounidense, como notas dominantes. En Francia, tras la revolución y el período napoleónico, advino la Restauración, luego la burguesía financiera—con Luis Felipe y, tras el paréntesis de la revolución del 48, con Napoleón III—y la base social de campesinos medios que, a su vez, sustentó a la III República en el último cuarto del s.19.

En síntesis, el acontecer debemos marcarlo, generando un esquema simple, pero los sucesos implican el entrecruzamiento de magnitudes tempo-espaciales, de procesos que se van concretando y que sólo pueden comprenderse a través de una teoría de las generaciones.

Durante los mil años del -5000 al -3000 en que se realizaron migraciones de indoeuropeos, su lengua original fue evolucionando de manera diversa en las diferentes regiones ocupadas. Para el año -3000 el proto-indoeuropeo ya se había fragmentado. En Byblos, -1800 a -1700, el Cananeo escrito por los fenicios dió orígen al alfabeto y por consiguiente a la prehistoria de nuestras letras, según lo confirman definitivamente los descubrimientos en Ugarit (Ras-Samra) de 1928, el mayor hallazgo de Siria y Palestina, una biblioteca en lengua fenicia que data de los tiempos de Moises.